“Predomina la percepción de que la violencia sexual es perpetrada por hombres desconocidos en callejones oscuros”

Un elemento clave para entender el número tan alarmante de casos de violencia machista que conocemos a día de hoy es la mayor concienciación que hay hacia esta lacra, que ha hecho aumentar las denuncias porque las mujeres identifican la violencia contra ellas con más facilidad y se sienten más amparadas, a pesar de que todavía haya que destinar más recursos a este problema.

Por otro lado, los avances hacia la igualdad, que han empoderado las mujeres, hacen que los hombres pierdan poder y control en las relaciones de pareja. Esto puede desembocar en el uso de la violencia por parte de los maltratadores. El recuento de mujeres víctimas de violencia de género, que en el Estado español se empezaron a contabilizar en 2003, actualmente es de 1.278 mujeres asesinadas.

En Cataluña este año ya ha habido 13 asesinatos machistas. Hay que tener en cuenta que las cifras oficiales solo hacen referencia a las mujeres asesinadas por parte de su pareja o expareja y que las mujeres asesinadas por hombres con quienes no tienen o no han tenido una relación sentimental no quedan registradas en estos datos. También hay que recordar que los asesinatos machistas son la punta del iceberg y la consecuencia de otros muchos tipos de violencias, muchas sutiles y normalizadas, que las mujeres sufren y que perpetúan su subordinación.

A pesar de esta mayor sensibilización social hacia la violencia machista, la situación de desigualdad estructural entre hombres y mujeres es muchas veces minimizada porque se justifica desde la diferencia natural entre los sexos, y todavía hoy en día este mecanismo se aplica para tratar de explicar la violencia contra las mujeres. Hay que poner el foco en la socialización y en la prevención a través de la educación.

Las redes sociales en sí pueden tener un impacto positivo o negativo en función del uso que se haga y, sobre todo, dependiendo de la edad y el nivel de madurez del usuario. El problema de las redes sociales es que hacen de altavoz de todo tipo de discursos, también el misógino, y dan voz a cualquier persona con el peligro de amplificar mensajes falsos y perjudiciales para la igualdad entre hombres y mujeres.

La hipersexualización de las niñas y mujeres es otro aspecto negativo de las redes que muestran, en muchos casos, a las mujeres como objetos sexuales desprovistos de ninguna otra característica valiosa; los cuerpos de las mujeres se muestran disociados de la persona y sus atributos como la personalidad, los pensamientos, las ideas o las emociones. Esto solo sucede con las mujeres: las redes están llenas de cuerpos anónimos de mujeres para scrollear directamente de uno a otro.

El fenómeno de la cosificación sexual de la mujer tiene un rol especialmente relevante en la violencia machista y, sobre todo, en la violencia sexual contra las mujeres.

El caso de Gisèle Pelicot ha visibilizado, por la gravedad de los hechos sucedidos, la violencia sexual en el ámbito de la pareja y la familia. Todavía predomina la percepción de que la violencia sexual es perpetrada por hombres desconocidos en callejones oscuros, pero la realidad es que en muchos casos de abusos y violaciones el agresor es un hombre conocido por la víctima y, sobre todo en los casos de violencia sexual infantil, es un familiar quien comete la agresión.

En general, me atrevería a decir que el tratamiento mediático está siendo bastante adecuado, a excepción de algunos medios poco serios que incitan a dudar de la ausencia de consentimiento por parte de la víctima, del mismo modo que lo hacen algunos de los agresores. Hay que recordar que la misma Gisèle Pelicot ha querido que el juicio se haga a puertas abiertas y, por lo tanto, es normal que transciendan a los medios algunos detalles que muestran la crudeza de las violaciones. Conocer la realidad que ha vivido la víctima y como unos setenta agresores se organizaron para, mediante la sumisión química, abusar de Gisèle y otras mujeres, ayuda a entender la necesidad de promover cambios profundos en el modelo de relación y sexualidad actual.

Es importante resaltar la valentía y el coraje de Gisèle Pelicot. La huella de su fortaleza ayudará a muchas mujeres a denunciar situaciones de violencia sexual, que generan en la mujer sentimientos de culpabilidad y vergüenza, además del miedo a volver a ser culpabilizada por el sistema judicial, y también el social, que siempre pone en duda la versión de la víctima. El hecho de que el juicio sea a puertas abiertas y los agresores tengan que asistir y declarar en público hace que, en palabras de la propia Pelicot, “la vergüenza cambie de bando” y sean los violadores quienes se tengan que avergonzar de sus agresiones.

El factor principal es hacer inferior a la mujer a través de la cosificación sexual, que es promovida de varias formas a nuestra sociedad. Las más flagrantes, sin duda, son la pornografía y la prostitución. Hay que recordar que España es el tercer país del mundo donde se consume más prostitución. A nivel mundial, el 97% de compradores de sexo son hombres, mientras que las personas prostituidas son en más de un 90% mujeres (y también niñas y niños). El mercado de la prostitución que comercia con los cuerpos de las mujeres es la principal causa del tráfico de personas y genera el 0.35% del producto interior bruto nacional. La aceptación social que tiene actualmente la industria del sexo, en el que las mujeres se convierten en un producto para el consumo masculino, es absolutamente incompatible con la igualdad y fomenta la cosificación de todas las mujeres en el imaginario sexual colectivo.

Sí, otro agravante de esta situación es el consumo de pornografía por parte de personas cada vez más jóvenes. Es importante enfatizar que la pornografía actual presenta altos niveles de violencia hacia las mujeres y que los videos más visualizados a los servidores de pornografía son aquellos que muestran prácticas sexuales en las que se agrede, violenta, degrada y/o humilla a las mujeres. Un estudio del 2023, precisamente encargado por el gobierno francés, concluía que el 90% de los videos de los servidores de pornografía presentaba violencia real contra las mujeres. La visualización de este contenido fomenta la erotización de la violencia y la excitación sexual a través del sufrimiento de las mujeres.

Las políticas contra la violencia sexual se tienen que enmarcar en las políticas públicas de igualdad (PPI), tanto de ámbito estatal como autonómico y local. Esto tiene que ser así porque la violencia sexual es perpetrada por hombres y en la gran mayoría de casos contra niñas y mujeres y, por lo tanto, la perspectiva de género es capital en el análisis y la intervención de esta problemática. En nuestro contexto, la legislación actual sobre la igualdad entre hombres y mujeres, la violencia machista y los derechos sexuales y reproductivos de la mujer contempla actuaciones específicas en el ámbito de la violencia sexual contra las mujeres. Aun así, todavía queda un largo camino para recorrer para erradicar las violencias sexuales que todavía están normalizadas y/o silenciadas a nuestra sociedad. Hacen falta más políticas preventivas focalizadas en los resultados a medio y largo plazo y, entre estas, son muy relevantes las destinadas al ámbito educativo. La coeducación en los centros escolares y una educación afectiva y sexual feminista que promueva la igualdad real entre hombres y mujeres es muy necesaria actualmente.

El máster es en línea y está dividido en dos cursos. El primer semestre se centra en el análisis feminista de la violencia hacia las mujeres y concretamente la violencia sexual y será impartido por profesorado de reconocido prestigio en este ámbito. El segundo semestre tiene una clara finalidad de profesionalizar, donde profesorado experto en el ámbito de la prevención, la detección y la intervención de la violencia sexual desde una vertiente educativa, social, sanitaria y jurídica aportará los recursos y las estrategias clave para el trabajo conjunto en este ámbito.

El segundo año del máster, mediante las prácticas y el TFM se garantiza el contacto directo con entornos laborales que abordan la violencia sexual desde el ámbito profesional de cada estudiante (centros educativos, sanitarios, sociales y jurídicos) para complementar la formación teórica con la práctica profesional supervisada.