19 de junio de 2024
La Dra. Olga Herrero
"Cuando los recuerdos se pierden con el hogar, se pierde también una parte de nosotros mismos."
Hablamos con la Dra. Olga Herrero, quien explica cómo la resiliencia y el apoyo social son claves para superar pérdidas traumáticas, así como en las estrategias emocionales para afrontar el duelo en situaciones extremas.
¿En qué aspectos del duelo por pérdidas materiales y emocionales te has especializado y cómo los diferencias de otros tipos de duelo?
Soy doctora en psicología, especializada en el ámbito de los procesos de duelo en general, entendiendo el proceso de duelo como la reacción ante cualquier tipo de pérdida que implique una adaptación difícil y en la que la persona necesite acompañamiento o intervención psicológica. Sin embargo, en su mayoría, las personas suelen consultar por la muerte de un ser querido o por pérdidas perinatales.
¿Cuáles son las primeras reacciones emocionales que se experimentan tras perder el hogar y los recuerdos asociados?
En procesos de duelo, uno de los aspectos importantes que tenemos en cuenta es el qué se ha perdido, cómo se ha producido esta pérdida o fallecimiento, y qué impacto tiene en nuestra identidad o seguridad personal. Al perder el hogar, se pierde el sentimiento de estabilidad, de continuidad en nuestras vidas, de seguridad, y quedamos privados de las necesidades básicas que cubrimos día a día. También perdemos nuestro lugar de referencia y el control sobre nuestras vidas.
Esta pérdida debe contextualizarse: no es lo mismo cambiar de casa por decisión propia que perderla en un desastre natural o en un contexto de violencia. Los desastres naturales suelen ser impredecibles, como la destrucción masiva de hogares y la pérdida de vidas humanas. La pérdida en estos contextos implica una situación de caos y de exposición a un alto riesgo, no solo para la vida personal, sino también para seres queridos y pertenencias.
Este tipo de pérdida desencadena emociones de elevada intensidad, como la tristeza por la pérdida, la impotencia de no haber podido hacer nada, o la ansiedad y angustia ante el futuro. La incredulidad y la confusión también pueden surgir, especialmente cuando las personas se enfrentan a la rapidez e impacto de los acontecimientos.
Además, pueden emerger sentimientos de rabia e indignación, especialmente si se piensa que las pérdidas podrían haberse evitado con otras acciones. Estas emociones de cólera, sumadas al miedo y terror por la propia vida y la de otros, añaden una gran complejidad emocional a este tipo de pérdida.
En definitiva, la pérdida del hogar es muy significativa, pero debe verse en el contexto de las múltiples pérdidas asociadas: estabilidad, seguridad, necesidades básicas cubiertas y una gran intensidad emocional derivada de una situación extrema.
¿Qué importancia tienen los recuerdos materiales en el proceso de duelo?
Los recuerdos materiales y los objetos desempeñan un papel importante en los procesos de duelo, ya que representan una forma de mantener el vínculo con el otro y ayudan a afrontar la realidad de la pérdida. Hay personas que tienden a desprenderse rápidamente de estos objetos, lo cual puede reflejar una dificultad para aceptar la realidad de la pérdida o el dolor de no tener a la otra persona. Otras, en cambio, prefieren mantener todo intacto para conservar el recuerdo, hasta el punto de que algunos autores hablan de la "momificación", es decir, mantenerlo todo como si la persona fuera a regresar.
Cuando ayudamos a las personas a tomar decisiones sobre qué hacer con los objetos de su ser querido, es importante trabajar en los significados que estos objetos tienen y evitar que las decisiones se tomen de forma precipitada o impulsiva. En situaciones como la DANA, en las que las personas han perdido su hogar o sus pertenencias han sido destruidas, la persona no tiene la posibilidad de decidir qué quiere conservar, lo cual genera una sensación de indefensión y de pérdida de control.
Los objetos más significativos, aquellos con una mayor carga emocional, son útiles en la elaboración del duelo. Nos ayudan a reflexionar sobre su significado, a mantener la conexión con la otra persona, y a ritualizar la pérdida. Así, estos objetos pueden compartirse con otras personas para mantener el recuerdo, lo que también contribuye a trabajar la aceptación de la pérdida. En muchos casos, se crean cajas de recuerdos, donde se seleccionan los objetos más relevantes, para conservar esta conexión simbólica con la persona querida.
¿Qué papel juega la resiliencia en la recuperación emocional tras una gran pérdida material?
La resiliencia es la capacidad de adaptarse a la adversidad y extraer un aprendizaje positivo que permita seguir adelante. En situaciones de duelo, especialmente cuando concurren circunstancias traumáticas, la capacidad de adaptación de la persona es clave. Algunos autores hablan de crecimiento postraumático, que implica, una vez gestionado el trauma, recuperar el sentido de la vida e integrar el impacto que ha supuesto esa ruptura.
Este crecimiento postraumático, a través de un proceso de trabajo lento, no solo se trata de sobrevivir, sino también de adaptarse con nuevos conocimientos sobre uno mismo, sobre el mundo y sobre los cambios positivos que puedan surgir. No todas las personas que experimentan un evento traumático desarrollan un trastorno a largo plazo. Aunque el sufrimiento intenso es común en situaciones críticas, muchas personas logran no desarrollar trastornos, con mayor o menor apoyo de su entorno.
La resiliencia, en el contexto del duelo, puede abordarse desde tres ámbitos: los recursos internos de la persona para enfrentar la adversidad, las estrategias de afrontamiento que utiliza, y el significado que otorga a lo sucedido. Dar sentido a la pérdida es un buen predictor de un duelo menos complicado, aunque, cuando la pérdida es repentina, requiere un tiempo de trabajo personal. Otro factor fundamental es el apoyo social: contar con una red de apoyo puede ser decisivo para la recuperación.
¿Qué factores ayudan a las personas a adaptarse y recuperarse más fácilmente de este tipo de pérdidas?
Entre los factores protectores en situaciones de pérdidas por desastres naturales o catástrofes, el primer elemento fundamental es cubrir las necesidades básicas. Si estas no están cubiertas, otras preocupaciones pasan a un segundo plano, ya que no existe ni el tiempo ni el espacio para abordarlas.
Una vez cubiertas las necesidades básicas, otro factor protector es la confianza en la propia capacidad de recuperación. No todas las personas que atraviesan experiencias traumáticas desarrollan un trauma, ya que tenemos más capacidad de adaptación de la que a menudo pensamos.
También es importante la capacidad de expresar y compartir emociones dolorosas con el entorno, lo que permite aliviar el sufrimiento y facilita el proceso de duelo. La resiliencia, como capacidad de adaptación a la adversidad, es clave en este proceso.
Uno de los factores protectores más importantes es el apoyo social y familiar. En situaciones de desastre natural o muertes múltiples, donde puede haber personas desaparecidas, el apoyo de la comunidad y de profesionales es esencial. Las personas que han perdido a alguien pueden encontrarse sin la persona a quien acudirían en busca de ayuda, por lo que el entorno social se convierte en una red de apoyo crucial.
Las creencias religiosas o espirituales también pueden ser un factor protector, ya que ayudan a dar sentido a la pérdida y a enfrentar la situación. Los rituales, incluidos los personalizados cuando los tradicionales no pueden realizarse, también son una herramienta protectora en este sentido.
Finalmente, otro factor protector es no tener un historial previo de duelos no resueltos o trastornos mentales, ya que esto podría dificultar la adaptación a la situación traumática.
¿Qué estrategias o consejos darías para gestionar el duelo a personas que han pasado por una situación de pérdida similar?
No me gusta dar consejos, especialmente sin conocer la historia de la persona ni sus dificultades concretas, pero sabemos que en situaciones de crisis resulta muy difícil ocuparse de la propia autocuidado. Cuando las necesidades básicas no están cubiertas, es complicado cuidarse a uno mismo. Sin embargo, el cuerpo y la mente están muy conectados, por lo que una recomendación importante sería buscar espacios donde las personas puedan atenderse a sí mismas, como retomar hábitos alimentarios adecuados, hidratarse y evitar sustancias como el alcohol o las drogas, que pueden intensificar el estado emocional.
En cuanto a la parte emocional, una primera recomendación sería no juzgarse por las emociones o pensamientos que surgen en situaciones extremas. En circunstancias tan difíciles, es natural tener reacciones intensas; esto no significa que la persona "no sea normal", sino que las circunstancias son excepcionales. Recuperar el sentimiento de empoderamiento, comprendiendo que estas reacciones son naturales, ayuda a evitar castigarse por ellas.
Otro factor protector es estar bien acompañado. El apoyo social es fundamental. Evitar el aislamiento social y pedir ayuda, tanto práctica como emocional, son claves. También es importante confiar en el propio proceso, comprendiendo que los procesos de duelo y adaptación a un trauma, aunque sean lentos y difíciles, no son permanentes. El duelo no es un estado fijo, y con el tiempo, las emociones se vuelven menos intensas y los pensamientos intrusivos disminuyen, especialmente cuando estamos bien acompañados.
Para quienes tienen ideación suicida, el apoyo de los demás es esencial. Los rituales, que permiten hacer real la pérdida y mantener vínculos simbólicos con la persona que ya no está, también son protectores. Además, es importante que las personas puedan descansar, alimentarse adecuadamente y enfocarse en aquello que pueden controlar para recuperar el sentimiento de empoderamiento sobre su vida. Expresar y compartir los sentimientos es fundamental para avanzar en el proceso de duelo, a pesar de la dificultad y la duración de la situación.
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