26 de junio de 2023
La profesora Elena Carrillo: "El papel de la familia es importantísimo en los hábitos alimentarios de los adolescentes"
Estudió Nutrición Humana y Dietética por "inquietud personal", primero la diplomatura y después el grado que ofrecía Blanquerna a los Alumni. En la Facultad se dio cuenta de todo lo que podía hacer para la sociedad.
Después de un máster, dos estancias en Harvard, una tesis doctoral internacional, y la publicación de varios artículos en revistas de impacto, la Dra. Elena Carrillo es ya un referente en el ámbito de la nutrición al servicio de la comunidad y en el tema de su tesis: Empirical approach to the effect of social capital on the lifestyle, eating habits and weight status of a sample of Catalán adolescentes. A specific foco on the family environment in different socioeconomic contexts. Actualmente es profesora de la Facultad de Ciencias de la Salud y forma parte del Grupo de Investigación en Pedagogía, Sociedad e Innovación con el apoyo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación - PSITIC.
¿Por qué estudió nutrición?
Por inquietud personal. En mi casa siempre ha habido mucho interés por la alimentación. Yo soy de Puigcerdà y mis padres siempre han tenido allí un huerto pequeño. Cuando tenía trece años hice una estancia en Francia, conviviendo con una familia, y me di cuenta de que comían muy mal. Me encontré muy mal durante aquella época: siempre estaba cansada, tenía muchos dolores de cabeza ...
¿A qué se refiere cuando dice que comían mal?
Abrían el congelador, sacaban unas hamburguesas que ya llevaban el pan, el queso, el tomate y la carne y las metían en el horno. Esa era nuestra cena. Y todo esto despertó poco a poco mi interés por el mundo de la alimentación.
Usted venía de la dieta mediterránea sin saber que era la mejor...
Exacto, entonces no lo sabía. Aparte de este primer interés, como adolescente y mujer, tenía las preocupaciones típicas por el cuerpo, la estética y la alimentación, y esta fue una segunda etapa en mi interés. Además, ya en la carrera, me di cuenta de todo lo que podía hacer teniendo como base estos estudios en nutrición.
¿Qué podía hacer?
Descubrí la parte más comunitaria. Y me planteaba: ahora que realmente cuento con esta base teórica en nutrición, ¿como puedo ayudar a las personas para que coman de una forma que favorezca más su salud? El momento de terminar mi diplomatura coincidió con un boom en la conciencia de lo que es la obesidad y el incremento de la prevalencia de la obesidad infantil, así que el máster y la línea de investigación de mi tesis doctoral han ido por ahí.
Hábleme de su tesis.
A partir de esta pregunta que yo me formulaba sobre cómo conseguir que la gente comiera mejor, empecé a investigar y me di cuenta de que, aunque yo contaba con unas bases en nutrición, transmitir el mensaje que quería a las personas requería mucho más que una base teórica. En esta tesitura, estudié el máster en Pedagogía Social en Blanquerna-URL. Fue entonces cuando descubrí cómo, desde la comunidad y haciendo que todos los agentes trabajen con el mismo objetivo, se pueden incrementar las posibilidades de éxito transmitiendo el mensaje que yo quería hacer llegar. Es una conclusión que se está aplicando mucho en el ámbito socioeducativo pero no en el de la salud, aunque los documentos de la OMS o de la Comisión Europea lo recomienden.
¿Por qué no se está aplicando en el ámbito de la salud?
Es más difícil y es más reciente. Hace poco que hemos adoptado esta mirada preventiva sobre la salud. El camino que ha recorrido en esta línea la educación social y el trabajo social viene de más atrás que en el ámbito de la salud.
Volvamos a la tesis...
Entonces descubrí el concepto de "capital social", que hace referencia a todo lo que nuestra red de relaciones nos puede aportar individualmente. Es decir, todos aquellos recursos a los que la persona accede a través de su red de relaciones. Y esto puede ir desde que alguien vigile a tus hijos hasta que alguien te provea de información sobre un profesional de la salud, por ejemplo. El entorno social condiciona completamente nuestra vida... Y, por otro lado, también se refiere a la aportación que una comunidad, por tener un tejido social activo, puede hacer a todos sus miembros. En mi tesis me centré en cómo este capital social de los adolescentes puede influir en su estilo de vida. Me fijé en el capital social que llega desde la escuela, la comunidad y la familia.
También ha estudiado cómo las desigualdades sociales inciden en la salud.
Sí, esta es otra de mis líneas de investigación. A mí me interesan los determinantes sociales de la salud y como todo lo que hay en nuestro entorno -cómo estamos organizados políticamente, cuál es nuestra situación laboral, qué formación tenemos, cuáles son nuestros ingresos, qué nivel educativo tenemos...- nos influye. Y lo hace tengamos el nivel socioeconómico que tengamos, pero si es bajo, influye mucho más porque nos encontramos en una situación de vulnerabilidad. Acaba siendo un proceso acumulativo que, en el caso de que ya se parta con desventaja, termina afectando de una forma más contundente. He estudiado desde qué puede hacer el capital social para los jóvenes hasta cómo conseguir que las personas con vulnerabilidad, y más con la situación de crisis que hemos vivido en los últimos años, lleguen a tener una alimentación saludable. Y eso pasa por informarles mejor, mejorar su situación, enfocar de otra manera la alimentación saludable desde la Administración... Ahora el Ayuntamiento de Barcelona está avanzando mucho en este sentido. Desde el Acuerdo de Participación Ciudadana se ha creado un grupo de trabajo que incluye el Banco de los Alimentos y también de otras entidades del Tercer Sector como Cáritas. Nos han pedido consejo para saber de qué manera se puede garantizar este derecho a una alimentación saludable. Ahora mismo no existen estos mecanismos, aunque sabemos que la alimentación de la persona influye en muchas cosas.
¿Y cuáles han sido estos consejos?
Las líneas pasan por repensar todo lo que tiene que ver con la alimentación. Siempre que se lleva a cabo una recogida de alimentos se confunde lo que es el derroche alimentario con lo que es la falta de alimentos para las personas en situación de vulnerabilidad. Y son procesos que no tienen nada que ver. Nos planteamos aprovechar lo que sobra para darles, pero quizá no se trata tanto de esto como de darles lo que necesitan. Si no, acabamos recogiendo productos que a veces no son tan saludables como deberían o les damos productos que luego no pueden utilizar, como las legumbres secas. Si son personas en situación de pobreza energética, no pueden cocinarlos.
Esto podría cambiar lo que se pide desde el Banco de Alimentos, por ejemplo...
Sí. En nutrición hay muchos desacuerdos, pero en lo que sí coincidimos es en que los productos frescos como frutas y verduras son imprescindibles. Estas personas no reciben este tipo de alimentos porque todo lo que se recauda debe ser seco para que se pueda transportar. Este sería un giro muy interesante, y una de las propuestas era vincular el recaudo a productores locales. El mismo proceso de globalización provoca que estos productores encuentren difícil colocar su producto en el mercado, por lo que esta sería una buena alternativa, una situación win-win.
La situación en Barcelona en estos momentos ya empieza a ser dramática, con todo este colectivo, sobre todo el de niños malnutridos. ¿Cuáles pueden ser las consecuencias?
Hace unos años se elaboró un informe desde el Síndic de Greuges que trataba el tema de la malnutrición en niños. El Consejero de Salud, que en aquel momento era Boi Ruiz, quiso diferenciar entre lo que es desnutrición y lo que es malnutrición. Para estos niños, su principal problema es la desnutrición: no cubren en las proporciones adecuadas lo que necesitan, aunque esto no quiere decir que la comida sea inadecuada. Esto puede provocar desde un retraso en el crecimiento y desarrollo hasta una falta de concentración que les influye en su rendimiento educativo... Es una cadena, un proceso acumulativo.
Y aquí, tenemos suficiente conciencia de todo esto? Y, por otra parte, a veces no hacemos la raya, de todo el tema de la nutrición?
Empezamos a ser más conscientes en general que la alimentación es importante para la salud y, a la vez, a menudo sí que exageramos. Yo siempre les digo a mis alumnos, sobre todo en una institución como es Blanquerna-URL, en el que todos hemos estudiado antropología, que recuerden que la salud es multidimensional. Por lo tanto, si nos obsesionamos demasiado con la salud física, la estamos perdiendo por otras partes. Pero lo que sí es cierto es que todavía no somos del todo conscientes del alcance del tema de las desigualdades sociales, yo creo que para que se priorizan otros aspectos de la vivencia de estas personas. Preocupa más que no puedan llegar a fin de mes o que no tengan un hogar, y el último en que pensamos es en sí llevan una alimentación adecuada o no. Pero, como bien decíamos antes, todo es una cadena, y el hecho de que comemos mal no se reduce sólo a eso, sino que tiene unas consecuencias que hay que tener en cuenta.
En el caso de su tesis, ¿cuál fue la conclusión final?
Una de las observaciones que he podido hacer es que la preocupación por la nutrición no responde tanto a una inquietud sobre salud como sobre la estética. Nos pasa a todos, pero los adolescentes aún más. En cuanto a capital social, lo que nuestro estudio concluyó es que el papel de la familia es importantísimo en los hábitos alimentarios de los adolescentes. Los adolescentes de quince o dieciséis años no se sienten responsables de su alimentación y la delegan en los padres, por lo tanto, la parte de alimentación saludable tiene que ver con la familia. Sí es cierto, por otra parte, que, si exploramos un poco el concepto que tienen ellos de comer bien, nos damos cuenta de que varía mucho en función de su entorno y de lo que comen en casa. Es decir, aunque deleguen, ellos ya tienen un conocimiento y unas actitudes que les ayudarán más o menos cuando tengan que hacer su elección. En este sentido, otra conclusión de la tesis es que, en el momento de hacer estas elecciones cuando están solos, que suelen ser las meriendas y lo que comen entre horas, tienden a escoger comida no saludable. Porque es el momento de ocio, porque lo hacen con los amigos, porque no queda bien comerse una manzana después de clase si los demás se van a comerse un croissant...
La familia es determinante, pero vivimos en una sociedad en la que cada vez comemos y cenamos menos juntos. Esto también es determinante.
Exacto. Otro ejemplo de cómo la sociedad, desde diferentes ámbitos, condiciona nuestra alimentación.
Entonces, ¿cómo es que la familia sigue siendo un referente en este sentido?
Lo es para las comidas principales. En mi estudio hay una parte más cuantitativa que eran los cuestionarios, pero además realicé entrevistas más cualitativas a una treintena de adolescentes en la que les preguntaba por qué comen lo que comen o cómo se organizan las comidas y la alimentación en su familia. Y me di cuenta de que muchos ni siquiera participan en esto: aceptan que lo que sus padres les dan para comer está bien y, si los invitan a dar su opinión, reconocen que no tienen mucho interés en hacerlo.
Hablamos de investigación en nutrición. ¿Cómo estamos en este ámbito?
En Cataluña cada vez somos más fuertes en el ámbito de la salud y la medicina, somos activos en la búsqueda y somos referentes en el ámbito de la nutrición, sobre todo en el estudio de la dieta mediterránea. Tenemos, por ejemplo, el estudio que lidera en este ámbito el Dr. Ramón Estruch. En España, hay mucha actividad en investigación en nutrición deportiva, que ahora es un ámbito de mucho interés social y un valor en alza. En cuanto a nutrición clínica, creo que aquí tenemos una dificultad añadida en comparación a otros países y es que el dietista-nutricionista está muy poco insertado en el sistema sanitario público. Esto conlleva que las oportunidades de hacer investigación en hospitales sean pocas.
¿Qué le aportó su estancia en Harvard?
Fue una experiencia buenísima. Hice dos estancias de tres meses y medio. La organización de las universidades en los Estados Unidos es muy diferente, y en la Escuela de Salud Pública no hacen grados sino estudios de postgrado. Conocí un entorno universitario muy activo en el que los estudiantes continuaban discutiendo el bar sobre lo que habían planteado en clase. Era emocionante. Boston, además, es una ciudad que acoge gente de todas partes por la cantidad de instituciones universitarias de prestigio que hay, y tiene una vida cultura muy activa también.
¿En qué está trabajando ahora mismo?
Continúo con las dos líneas de investigación. En cuanto a la alimentación en colectivos vulnerables, colaboro con el Ayuntamiento de Barcelona y con algunas ONG que quieren hacer programas para fomentar los hábitos saludables para sus usuarios. Y en la línea de los adolescentes y el capital social, aparte de intentar publicar los resultados de lo que ha sido la tesis, estamos ampliando este estudio para tener una muestra más grande y que pueda ser comparativo con otros países que han utilizado la misma metodología. Todo lo social tiene un componente cultural muy fuerte, por lo que es importante poder comparar el estudio con países como Turquía, Serbia o Indonesia. Es un proyecto muy interesante porque dentro de la Facultad estamos trabajando tanto el Grupo de Investigación PSITIC como el SAFE, ambos colaborando. Esta suma de miradas es fuerza necesaria.
¿Qué le aportaron los estudios de Blanquerna?
Siempre me ha gustado mucho esta visión humanística y holística de la profesión.
No siempre los estudiantes la valoran...
Y es una lástima, porque es muy necesaria para ser un buen profesional. Lo queremos todo tan técnico que perdemos la contextualización de las cosas. De los seminarios, por ejemplo, valoro mucho cómo se han convertido en un espacio de reflexión, de pensar. Los seminarios nos impulsan a ser críticos. Y el estudiante puede pensar, reflexionar y criticar desde su individualidad, pero tener un tutor que lo guíe en este proceso, con más experiencia en el ámbito y capaz de contextualizar, es un lujo. Es muy enriquecedor tanto personal como profesionalmente.
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