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"He vivido sentimientos que nunca había experimentado en mi vida profesional, sentimientos de miedo y de rabia"

"He vivido sentimientos que nunca había experimentado en mi vida profesional, sentimientos de miedo y de rabia"

29 de abril de 2021

Entrevista a Cristina Surís, enfermera y profesora de la Facultad de Ciencias de la Salud Blanquerna-URL

Después de un año de pandemia, las UCI todavía están llenas. "Nosotros decimos, con cierto sentido del humor, que aún no hemos salido de la primera ola", explica la profesora Cristina Surís, enfermera, profesora de la Facultad de Ciencias de la Salud y coordinadora del segundo curso del grado en Enfermería. Combina la docencia y la preparación de su tesis doctoral con su trabajo como enfermera de UCI en el Hospital de Mataró. Un año y un mes después de la irrupción de la Covid-19 hablamos de cómo ha vivido un hecho tan excepcional como este, de la investigación en enfermería y de las nuevas generaciones de profesionales de la enfermería que se han incorporado al trabajo de una manera muy poco habitual.

¿Cómo decidió especializarse en un ámbito que no es demasiado complaciente, una UCI?
Lo tuve muy claro desde que acabé la carrera e hice el posgrado de UCI. Esto lo descubrí en unas prácticas en la UCI del Hospital Clínic. Decidí que yo quería ser como aquellas enfermeras que me estaban enseñando: sabían mucho, eran autónomas, capaces de resolver cualquier situación de una manera ágil y rápida y, además, con el acompañamiento y la complejidad que tenía la situación con la familia. Porque el paciente pasa a estar totalmente en las manos de la enfermera, muchas veces ni siquiera respiran por sí mismos. Cuidas al paciente y haces el acompañamiento a la familia, que a mí me gustaba mucho. Estás en un ámbito donde puede parecer que la comunicación con el paciente no existe, pero aunque puede que el paciente no hable, comunicarse con él es vital. Con la familia y el enfermo tienes que desarrollar unas habilidades, una empatía, y una manera de hacer que no puedes desarrollar en otras situaciones.

Ha pasado un año y pico del estallido de la pandemia. ¿Cómo lo ha vivido?
Lo estamos viviendo, aún no se ha terminado. Ha sido y está siendo muy duro. He vivido sentimientos que no he experimentado nunca en mi vida profesional, sentimientos de miedo y rabia. Yo nunca había tenido miedo de mi trabajo, ni miedo a infectarme. Nosotros estamos expuestas a un riesgo que conocemos y ponemos las barreras necesarias para evitarlo, pero en el caso de la Covid, donde había y sigue habiendo desconocimiento, tenemos muy presente el riesgo de contagio, y esto generaba y genera miedo. Además, cuando alguien asume un riesgo individual, se expone a las consecuencias, pero, en este caso, mi posible contagio era también miedo de contagiar a los de casa. Yo llegaba a casa y no abrazaba a mis hijos. Primero me duchaba en el hospital, una dinámica que no había hecho nunca. Entonces, cuando llegaba a casa, hasta que no me cambiaba de ropa y me volvía a lavar las manos y la cara, no abrazaba a mis hijos. Esto ha sido una de las peores cosas. Es verdad que, esto, con el tiempo, se ha ido relajando.

La falta de información inicial fue terrible.
Totalmente. La incertidumbre de no saber a qué te enfrentabas fue muy duro. Aquí hubo varios impactos: salir de casa cuando nadie podía salir, ver las calles vacías, llegar al hospital en tiempo récord, encontrarte a alguien con mascarilla, que al principio era muy sorprendente, y luego entrar en el hospital, entrar sola cuando antes siempre había gente. Nos ponían uniformes de color diferente porque estábamos en zona Covid..., todo era un impacto mental, visual y físico.

Antes decía que todavía lo están viviendo...
La tensión vital se mantiene, está, todavía. Hoy estamos empezando a ver las consecuencias de esta tensión en el personal. Nosotros tenemos una psicóloga que nos acompaña desde el mes de mayo y cada vez las demandas de visita son más altas; también se producen bajas por agotamiento. En la primera ola hubo incorporaciones de personas que no habían estado nunca en la UCI, enfermeras de quirófano que nunca habían trabajado con un enfermo intubado. Esto significó formar a esta gente en una situación ya de alta presión. Siempre les hemos agradecido mucho, a estas enfermeras, su paciencia, para ellas también ha sido muy duro. Estas personas cayeron en bajas, pero ahora se está dando otra situación: que gente más acostumbrada al enfermo crítico y en estas situaciones más extremas, está agotada. A veces intentamos ponerle un poco de humor a la situación; cuando oímos hablar de la cuarta ola, nosotros decimos que no hemos salido de la primera. En la UCI no hemos bajado nunca, siempre hemos tenido Covid

Hablaba del miedo y de la rabia. ¿Rabia por qué?
He sentido rabia por el hecho de que exista la enfermedad, pero también rabia a la hora de tratar a estos enfermos, porque de manera imprevista te hacían un giro inesperado en su patología y no entendías nada. En las UCI hemos ido ajustando los tratamientos a estas complicaciones y este aprendizaje sobre la marcha te genera mucha rabia. Y también un poco hacia la sociedad. Soy muy consciente de que tengo una visión sesgada de la situación, porque yo veo lo peor de todo, pero hay gente que no entiende lo que estamos viviendo y, a mí, eso me genera mucha rabia.

No hemos terminado de entender la gravedad de la situación. Solo cuando nos toca de cerca.
Por desgracia, tiene que pasar. Lo oigo muchas veces, "Ostras, ahora que lo he vivido de cerca". No podemos llegar a entender que estar en una UCI es horroroso. No sé si es condición humana o qué, pero es verdad que, hasta que no te toca de cerca o no se vive en primera persona, no se entiende.

Usted trabaja con personas que no siempre consiguen superar la enfermedad. ¿Cómo se prepara para aceptar la muerte de un paciente?
Por desgracia, distingo entre dos preparaciones o maneras de hacer. Una es previa a la Covid: cuando eres consciente de que trabajas con un enfermo crítico, en una situación límite de vida en la que existe la posibilidad de la muerte, esto se asume. Como enfermera, lo cuidas, lo observas horas o días y ya sabes o intuyes cuál será la reacción y el posible desenlace. Con la Covid, por la misma enfermedad, esta situación cambia. Hemos vivido muchos casos de situaciones inesperadas, y eso sí que cuesta mucho más que llevar.

Mientras trabajaba en el hospital, daba clases en línea en la Facultad. ¿Hablaba de todo esto con los estudiantes?
No he hablado explícitamente con los estudiantes sobre mi experiencia con la Covid. Seguramente, como barrera personal. Hasta hace poco, si hablaba de según qué situaciones, aún lloraba. Todavía hay algunas situaciones que, cuando las recuerdo, me hacen saltar las lágrimas y, como tampoco quería transmitir angustia, no hablaba.

¿Cómo descubrió su vocación de enfermera?
A mí me gustaban más las ciencias que las lenguas. Con mi interés y el apoyo de mis padres y profesores, tomé esta decisión. Seguramente por afinidad, porque no tenía una razón muy concreta, pero también está relacionado con mi vida personal: soy la mayor de tres hermanos y siempre he tenido el sentimiento de cuidar de los demás. La vocación en la enfermería la sentí en el momento de empezar, no previamente. Desde primero de carrera supe que esto era para mí y que tenía esta vocación. Me gustaba mucho la sensación de cuidar y ayudar, poder acompañar a la gente cuando lo necesitaban, poder dar las herramientas y formar parte de su recuperación. Todo esto te hace sentir bien, que lo que haces tiene un objetivo y que muchas veces lo consigues.

Muchos estudiantes de Enfermería de Blanquerna se incorporaron a trabajar durante la pandemia sin haber terminado, en muchos casos, la carrera. ¿Cómo lo han vivido?
No he hablado individualmente con ellos, pero de la misma manera que para mí ha sido muy duro, supongo que para ellos también. Hay otro aspecto importante a tener en cuenta: cuando empiezas en el mundo asistencial tienes que ir aprendiendo a manejar tus emociones y poner tus barreras profesionales. Muchas veces te llevas la carga a casa y, a medida que vas trabajando, vas aprendiendo a no hacerlo. Estos estudiantes no han podido hacer este ejercicio en un entorno "normal".

Uno de los rasgos diferenciales de los estudios Blanquerna es la incorporación de las humanidades en el currículo, en el caso de Salud, la bioética, la antropología. No siempre se entiende esa insistencia en las humanidades en carreras más científicas.
Pues es muy importante. Como estudiante te puede parecer que esta asignatura no tiene sentido, pero en el mundo asistencial, te das cuenta de que es vital. Cuando haces las prácticas vives en primera persona lo que te han enseñado en clase, que no solamente tienes que poner una vía, sino que tienes que saber tratar con el paciente y la familia, se debe tener en cuenta todo. Hay que tenerlo muy presente. En el mundo asistencial es muy importante la bioética porque te encuentras con conflictos. Recuerdo el caso de una paciente que necesitaba una transfusión de sangre, pero su religión no le permitía hacerla. Te encuentras con que le estás facilitando la opción de un tratamiento que ella rechaza. ¿Qué haces? ¿Le das un tratamiento que vale mucho dinero y que no sabes con seguridad que funcionará, cuando con una transfusión sanguínea se podría recuperar? Hay que ver la importancia de estas asignaturas porque son vitales, necesita los conocimientos y las herramientas que te da el grado para poder desarrollarlo después.

En estos momentos está haciendo la tesis sobre un tema poco conocido.
Estoy haciendo la tesis sobre el Íleo paralítico postoperatorio. Es un estudio de prevalencia y descripción de un nuevo método diagnóstico para el Íleo paralítico postoperatorio. Es una complicación que aparece entre el 10% y el 27% de las personas que se someten a una intervención, sobre todo de tripas. Los intestinos dejan de funcionar con normalidad y se paran. Esto es el íleo paralítico. Cuando esto ocurre, tienes dolor, ganas de vomitar, no puedes comer ni ir de vientre. Entonces necesitas que te alimenten por vena y que te vacíen el estómago, entre otras cosas. Esta complicación tiene una parte inicial que se considera fisiológica, una reacción normal del mismo cuerpo. Pero no está del todo estudiado en qué momento es normal y en qué momento pasa a ser patológico. No hay una prueba diagnóstica, como por ejemplo cuando te rompes un brazo y te hacen una radiografía y te confirman que te has roto un brazo. Con el íleo eso no existe, el diagnóstico se basa en la experiencia del profesional y la sintomatología del paciente, que no siempre es la misma.

Parece más una tesis de medicina que de enfermería.
Es poco habitual que una enfermera haga investigación y que quiera doctorarse. Académicamente existen pocos doctorados en Enfermería. Yo estaré doctorada en Cirugía y Ciencias Morfológicas; he podido acceder por mi curriculum y mi formación. Cuando empecé la tesis estaba en la planta de cirugía, donde trabajé durante ocho años. Por ello, mi tesis es tan quirúrgica. El tema de la tesis puede parecer muy médico, pero no lo es. La enfermera es la que detecta los síntomas del íleo paralítico; en la tesis uno de los objetivos es determinar cuáles son, estos síntomas, de una manera objetiva. Otro objetivo es encontrar una prueba diagnóstica que sea predictiva para la aparición de la complicación postquirúrgica y, por tanto, una prueba para prevenir la complicación. A partir de cuál sea la situación del paciente, la enfermera podrá planificar los cuidados al paciente con el fin de proporcionarle una buena recuperación.

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