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"El programa de mentorías quiere romper con la idea de que en la universidad se hace la teoría y en las escuelas, la práctica. Son dos escenarios de un mismo guión"

"El programa de mentorías quiere romper con la idea de que en la universidad se hace la teoría y en las escuelas, la práctica. Son dos escenarios de un mismo guión"

25 de marzo de 2021

Entrevista a Marc Casanova, profesor de la Facultad de Psicología, Ciencias de la Educación y del Deporte

Hace tres años los responsables de los grados de Educación Blanquerna pusieron en marcha una experiencia única en Cataluña: un programa que vincula los tutores de prácticas de la universidad, los mentores de los estudiantes de prácticas de las escuelas, y los estudiantes que hacen estas prácticas. El profesor Marc Casanova, coordinador de prácticas de los grados de Educación, ha participado en este programa, que permite poner en valor el trabajo de todos, conectar la escuela con la universidad, y conseguir mejorar el perfil de los nuevos maestros. Marc Casanova fue maestro de primaria durante más de veinte años en la escuela Jesuitas San Ignacio, donde aprendió que "la educación se basa en una relación de confianza y de proximidad entre el profesor y el estudiante" y que el primer día de clase "es el inicio de una aventura llena de expectativas y de ilusión. Ese día todo es posible y esto es esperanzador por naturaleza". Desde hace doce años ejerce la docencia y la gestión en la Facultad de Psicología, Ciencias de la Educación y del Deporte (FPCEE) Blanquerna-URL.

¿Por qué se inicia el programa de mentorías, cuál es el motivo?
Se inicia en el marco de un programa más extenso, más amplio: el programa de Transición Blanquerna-Escuela, con la colaboración entre la FPCEE Blanquerna-URL y un conjunto de instituciones educativas como son las escuelas FEDAC, la Fundación Vedruna Educación, la Fundación Jesuitas Educación y la Fundación Escuela Cristiana de Cataluña. Estas instituciones, que comparten los valores del humanismo cristiano como fundamento de su manera de hacer, refuerzan su alianza a partir de este programa. Y en el marco de este programa se pensó en organizar unas sesiones de formación para los mentores de las escuelas, es decir, para los maestros de las escuelas que acogen estudiantes en prácticas. Son maestros con voluntad de acompañar este proceso formativo de los estudiantes, pero que necesitaban también una serie de herramientas y estrategias compartidas con los tutores de las universidades para que esta mentoría fuera más eficiente.

En esta edición se ha ido más allá y se ofrece una formación compartida a los tutores, mentores y estudiantes.
Sí, nos encontramos cuatro veces al año en sesiones de formación y de reflexión compartida; nos juntamos tutores, mentores y estudiantes, el triángulo pedagógico, porque creemos que la mejor manera de formarnos es formar juntos. Si tenemos que hablar, por ejemplo, de cuáles son las competencias del maestro, hagámoslo juntos, desde la universidad, las escuelas y con los futuros maestros. Esto ha sido un aspecto que ha ido cambiando y se ha ido potenciando y estamos muy contentos.

¿Por qué surge esta necesidad justamente en la educación?
Debemos acabar con la idea de que en la universidad se hace la teoría y en las escuelas, la práctica, como si fueran dos caminos paralelos. Esto no es así: es una única obra de teatro con diferentes escenarios. Y por eso tenemos que mejorar la coordinación, la complicidad y el trabajo en equipo. Las escuelas son las que han de contratar nuestros estudiantes y deben poder decirnos qué esperan de ellos para que podamos construir juntos este guión de formación. Ya no es solo establecer canales de comunicación entre el triángulo pedagógico, sino también fortalecer el vínculo entre universidad y escuela en general, porque nos necesitamos unos a otros. Seguramente, desde la Facultad de Educación era lógico que esto ocurriera, pero estoy convencido de que esto se trasladará a otros estudios de grado.

¿Cómo han vivido las escuelas esta experiencia?
Con mucho interés; hacen muy buenas valoraciones de estas sesiones de formación. Además, como cada año los mentores que participan son diferentes, vamos haciendo una mancha de aceite y esta formación se va expandiendo.

Imagino que una de las dificultades es evaluar las prácticas, que es una de las tareas de los mentores de las escuelas.
Aunque la responsabilidad es del tutor, es una tarea compartida con el mentor. De hecho, como evaluar es uno de los temas de la formación. Queremos entender la evaluación más allá de la calificación. La finalidad es aprender y para aprender necesitamos la evaluación: saber qué hemos hecho bien y qué debemos mejorar, como lo podremos conseguir y tomar las decisiones adecuadas. Por eso necesitamos que la evaluación no sea un resultado final, sino que tenga cabida a lo largo de todo el proceso de aprendizaje. Queremos una evaluación compartida donde todos, estudiantes, mentores y tutores, podamos tomar las decisiones adecuadas para seguir aprendiendo. Luego, por supuesto, esto terminará en una calificación, porque en la universidad hay que acreditar finalmente si se han alcanzado los objetivos, pero esto solamente es el producto final, no el fin, que es aprender.

El Departamento de Educación ha puesto ahora en marcha este proceso. Entiendo, pues, que es una necesidad compartida en la pública y en la privada.
En la universidad pública han iniciado ahora este proceso con el profesorado de secundaria, ya que la formación pedagógica de un profesor de secundaria no tiene las mismas características que la de un maestro de Infantil o de Primaria, que se forman durante cuatro años.

¿Cómo define educar?
Educar es una relación de confianza y de proximidad entre el profesor y el estudiante. El maestro o profesor debe confiar en que el alumno puede aprender y este debe confiar en que el profesor podrá ayudar. Si no es así, no se avanzará. Educar es un acompañamiento personal en el que estudiante y profesor aprenden juntos.

¿La definición es magnífica, pero cómo se consigue? ¿Requiere solo vocación?
No sé si se puede separar la vocación de la profesión. Un buen educador es un profesional que se ha formado, tiene conocimientos, recursos y estrategias para hacer este acompañamiento. Pero, al mismo tiempo, para que sea exitoso, debe creer. Debe tener un sentido transformador. La profesionalidad y la vocación son dos caras de una misma moneda.

¿Cómo se aprende? Para que la profesionalización sea aprendizaje, pero también experiencia.
La experiencia, por sí sola, no provoca aprendizaje. Esto viene, necesariamente, de la reflexión sobre la experiencia. El aprendiz debe sacar jugo de la experiencia, preguntarse qué le ha aportado, como lo ha conseguido, como ha vencido las dificultades ... Es un diálogo interno, lo que consolida el aprendizaje. En todos los procesos de enseñanza, incluso en la universidad, se necesitan estos momentos y espacios de reflexión. Esto es lo que hace tomar nuevas decisiones. Esto es el aprendizaje.

Estamos hablando de los profesores que forman los futuros maestros, pero también de los estudiantes que quieren ser educadores.
Exactamente. Es importante que favorezcamos la autoevaluación de los alumnos, para que reflexionen sobre qué les ha servido de todo lo que han hecho para aprender.

¿En qué momento un profesor deja de ser un buen profesor?
Seguramente cuando deja de confiar en que cada uno de sus alumnos es capaz de aprender. Hay que entrar en clase pensando que entre todos se construirá algo nuevo, para los estudiantes y para el profesor. Porque, como profesor, también aprendes cosas de los alumnos y eso es muy gratificante.

¿Añora las clases en primaria?
Aunque me apasiona la formación de futuros maestros, el día que comienza el curso escolar siempre pienso cómo era cuando yo estaba. Siempre tengo un recuerdo especial para los primeros días de curso. También es verdad que no he perdido el contacto con las escuelas, ahora como tutor de prácticas, como asesor en otros casos; siempre he querido mantener un contacto estrecho.

¿Por qué es especial el primer día?
Es el inicio de una aventura llena de expectativas y de ilusión. Ese día todo es posible y esto es esperanzador por naturaleza. Es un día de un cierto nerviosismo, pero que no paraliza sino que estimula. Los maestros necesitamos estas dosis de emoción.

El primer día se marcan las reglas del juego y esta confianza que decía. Se determinan las relaciones.
Sí. Y por eso los seminarios de Blanquerna son tan importantes, porque, al tratarse de un grupo reducido, es más fácil conocer el estudiante, incluso el nombre, que es el punto de partida para establecer esta relación de confianza. También es un espacio óptimo para esta reflexión compartida, básica para el aprendizaje.

Y de exigencia, que sigue siendo vital.
De hecho, si tienes una relación de confianza, la exigencia es mucho más fácil, para que el estudiante sepa que lo que le pides es porque le conoces y sabes que puedes pedírselo. La relación personal basada en la confianza mutua hace que la exigencia sea bien recibida. Es evidente que tenemos que ser exigentes y rigurosos, porque los estudiantes lo merecen.

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