26 de octubre de 2020
El profesor Francesc Torralba: "El contexto ha cambiado pero los fundamentos y el estilo Blanquerna no sólo no deben cambiar, sino que deben fortalecerse"
En 1996 el Dr. Francesc Torralba, por encargo de la Fundación Blanquerna, escribió el ideario de la institución, que se publicó bajo el título Blanquerna. La herencia de un estilo. Veinte años más tarde, y coincidiendo con la puesta en marcha del Plan estratégico 2016-20, el Dr. Torralba ha trabajado en la actualización de este ideario. Ha sido un proceso de reflexión y análisis que se recoge en el libro Blanquerna, un proyecto abierto a nuevos horizontes. Cuando la memoria anticipa futuros.
En veinte años, explica el Dr. Torralba, ha cambiado el contexto pero no los cimientos. "Hemos aligerado mucho el ideario, hemos ido mucho más al hueso, hemos simplificado. Y nos hemos servido de otros textos", explica.
¿Qué ha cambiado desde Blanquerna. La herencia de un estilo?
Desde 1996 se han producido grandes cambios en el mundo y también en el ámbito de la educación. Vivimos en un momento de gran ebullición de ideas sobre cuál debe ser la educación del futuro y cómo tenemos que integrar en ella la revolución digital. La reelaboración del ideario ha sido una ocasión para reflexionar sobre los ideales que se propone la Fundación Blanquerna a la hora de educar y sobre el modo de llevarlos a buen puerto. Hemos llegado a la conclusión de que las bases son sólidas y que nos permiten afrontar los desafíos de futuro con solidez, pero, a la vez, el momento histórico nos pide ductilidad y flexibilidad para adaptarse a cada circunstancia personal. El contexto ha cambiado pero los fundamentos y el estilo no sólo no deben cambiar, sino que debemos fortalecerlos.
Recordemos los cimientos.
Primero, la educación personalizada y profesionalizadora, de atención a la persona para desarrollar sus potencias y capacidades, empoderarla, desarrollar el talento potencial que hay en el aula... En definitiva, estar muy atento a las capacidades y los talentos de nuestros estudiantes para desarrollarlos al máximo. Y esto sigue siendo tan necesario como hace veinte años, porque sigue siendo nuestro estilo. Tenemos los estudiantes en el aula, en el seminario, en medio grupos y en las tutorías personalizadas, lo que permite detectar el talento, potenciarlo, acogerlo, seguirlo y hacer una atención personalizada. Este hecho no sólo no se pierde en veinte años, sino que aumenta de tono y tiene vigencia hoy. El otro gran eje es la catalanidad. En veinte años hemos tenido más globalización, más movimiento de estudiantes, más Erasmus y más internacionalización de las organizaciones, en especial de la Facultad de Comunicación, que ha vivido un gran proceso de internacionalización con sus estudiantes, profesores, y con el nuevo grado en Relaciones Internacionales, que ha dado ese tono que Blanquerna no tenía hasta ahora. En este contexto de mayor globalización y más internacionalización, también nos planteábamos como debemos entender el arraigo a la catalanidad y si esto puede ser una rémora al crecimiento de futuro o un catalizador. Y creemos que es precisamente eso, un potenciador.
¿Cómo se ha de entender esta catalanidad?
En primer lugar, seguimos apostando porque la lengua vehicular sea el catalán, pero sin excluir que pueda coexistir con otras lenguas o, por ejemplo, que haya profesores que hacen seminarios y que no conocen esta lengua porque vienen de lejos. Pero precisamente por este contexto de globalización debemos ser especialmente cuidadosos a la hora de defender, mantener y amar esta lengua, como hacen otras instituciones en Holanda o en Dinamarca con lenguas como el flamenco o el danés. Por otra parte, entendemos la catalanidad como una proyección de lo nuestro, de todo aquello propio en el conjunto del mundo. Es decir, que la globalización no sirva para empequeñecerse sino para darnos a conocer en el conjunto del mundo, y eso es lo que hacemos cuando establecemos convenios con otros países. En Blanquerna tenemos un modelo que el mercado absorbe, que coloca las personas, y que es reconocido e, incluso, subrayado como positivo para las empresas. Debemos exportarlo, debemos darlo a conocer, y tenemos que sumar personas que quieran integrarse (organizaciones, estudiantes, profesores...) Establecemos alianzas. También entendemos la catalanidad como conocimiento, vinculación y relación con las demás instituciones del conjunto del país. Generar clusters, vinculaciones con otras organizaciones para generar sinergias y convergencias que tengan un efecto multiplicador. Por tanto, no vivir como una esfera cerrada y aislada del mapa universitario catalán, del mapa de la pequeña y mediana empresa o de la economía social, sino con interacción. Finalmente, entendemos catalanidad como la voluntad de generar profesionales bien cualificados que aporten talento a la hora de integrarse en las instituciones del país. Por lo tanto, esto también es un servicio al conjunto de Cataluña, porque generamos personas que el día de mañana trabajarán en un instituto, en un hospital, a una ONG o una empresa, por lo que son personas que nos hacen crecer.
Un tercer fundamento: las raíces cristianas.
Hay un arraigo cristiano, somos una Fundación Diocesana, y esto sigue siendo un puntal. Entendida como la entendíamos entonces: Concilio Vaticano II, aggiornamento, puesta al día... Un arraigo entendido como una entidad permeable y con voluntad de diálogo con el entorno, por tanto, no excluimos el diálogo con ningún interlocutor. Entendido también como una presencia normalizada de materias de carácter ético y antropológico durante el grado, asignaturas como Ética, Antropología o Cristianismo y Cultura están normalizadas. Y, finalmente, esta raíz se ha ido traduciendo en una especial sensibilidad por los grupos más vulnerables, tanto de nuestro entorno -el distrito Ciutat Vella es un ejemplo-, como los estudiantes que se encuentran en dificultades por razones de vulnerabilidad económica. Precisamente la identidad cristiana exige un cuidado especial, por lo que en ningún caso se descartan estas personas sino que ofrecen ayudas y becas para que no queden fuera del circuito. Esto, a pesar de que siempre se puede mejorar, sigue siendo una marca de la casa.
Y finalmente, la identidad luliana.
Este es el otro gran fundamento. La hemos querido subrayar en este nuevo formulado. Subrayamos que esta identidad no es sólo un nombre que murió en 1316 y que todos recordamos. Al contrario, es inspiradora de una práctica educativa en tres sentidos: primero, la interrelación de saberes, es decir, que a pesar de la especialización haya dos años en los que los estudiantes adquieran saberes que entendemos que formarán su background y la su forma mental. La especialización viene sobre todo en tercero y cuarto y, especialmente, en postgrado y máster, pero en primero y segundo obtienen una base de humanidades, lenguaje, comunicación... Una relación de saberes muy diversa que, a priori, no tienen mucho que ver con el perfil profesional. Muchos estudiantes no entienden esto hasta que terminan el grado pero, si hacemos bien estas materias, los persuadimos. En segundo lugar, esta identidad luliana también nos lleva al diálogo entre culturas y religiones diversas. En los últimos veinte años se han multiplicado en el mundo las culturas y las religiones y, además, en contextos muy próximos: las tenemos en la calle, en la comunidad de vecinos, en las plantas de hospital, en las escuelas, en las ONG... Por lo tanto, debemos preparar a las personas para entender, respetar y comprender las opciones de los demás, es decir, para vivir en sociedades plurales. Ramon Llull subrayó mucho el tema del diálogo y del diálogo interreligioso para, sobre todo, ver los puntos de intersección. Este es un tema importantísimo para mí y muy propio nuestro. Y esto es Llull. Y, finalmente, tenemos presente a Llull en el terreno pedagógico, y a Blanquerna en particular. Llull entiende que la pedagogía es adaptación, y esto lo vemos cuando explica la educación de Blanquerna. Llull subraya esta capacidad de adaptarse a quien educamos. Y yo creo que de eso tenemos mucho. Siempre habrá profesores de todos los colores, pero creo que tenemos la capacidad de reconocer cómo viene el estudiante, cómo habla, qué límites tiene y qué potencias, y de adaptar el discurso a él en vez de crear un discurso paralelo que no conecte. La adaptabilidad es básica: tenemos que ir a buscar al estudiante allí donde está. Por tanto, la tesis es la siguiente: hemos descrito un contexto y lo que ha cambiado, hemos profundizado en nuestras raíces y nos hemos dado cuenta de que estas raíces siguen siendo valiosas para hacer crecer el árbol.
Es difícil que cambiaran mucho porque nuestros valores son sólidos. ¿Ha sido un buen ejercicio?
Mucho. Además, hemos aligerado mucho el ideario, hemos ido mucho más al hueso, hemos simplificado. Y nos hemos servido de otros textos. Por ejemplo, en el apartado de identidad cristiana nos hemos servido mucho de textos del Papa Francisco, por su capacidad comunicativa, de vinculación con grupos desfavorables, de salir fuera sin miedo ni complejo y por su voluntad reformadora, renovadora y en línea del Concilio Vaticano II. Es decir, en este ideario no hemos hecho más de lo mismo, sino que hay una profundización en aquellos valores que hace veinte años describimos pero teniendo un contexto muy diferente, porque han pasado grandes cosas desde entonces.
¿Por qué es importante que la gente lo lea?
Para saber dónde está. Para saber cuáles son los intangibles de esta casa, para comprender la identidad, la cultura organizativa. Tenemos las paredes, las aulas, los ordenadores y las bibliotecas, pero eso no nos singularizará, esto es muy similar a otras universidades. Por lo tanto, es importante que lo conozcan porque es muy importante singularizarse. Y singularizarse significa hacer un tipo de producto que sea muy fiel y alineado con estos valores. Por otra parte, también por un estado intelectual: nosotros nos proyectamos así a la sociedad y es muy posible que nos pidan que haya una correspondencia entre lo que proyectamos y lo que somos. En pongo un ejemplo: si decimos que tenemos una raíz en la catalanidad pero lo impartimos todo en castellano, entonces seríamos una universidad europea puesta en la Vía Augusta, pero nada más que eso, seríamos completamente opacos respecto a lo que pasa en la sociedad catalana. Pero eso no lo pueden decir de nosotros: estamos en organizaciones, en comités, en órganos, y tenemos reconocimientos catalanes, empezando por la Creu de Sant Jordi, que nos han otorgado instituciones públicas para reconocer el servicio en el país. Ahora, debemos pensar qué quiere decir en cada momento esta traducción, y esto es un trabajo creativo, imaginativo, que obliga a pensar cómo se traduce. Por ejemplo, con respecto al tema social, debemos pensar cómo podemos hacer para tener cada vez más personas de estratos sociales diversos. Es una pregunta que ya nos hacemos pero que tendremos que hacer cada vez más porque la crisis ha traído a personas con muy bajo poder adquisitivo pero en cambio con excelencia, talento o sensibilidad. Debemos seguir haciendo posible que el ideario no entre en contradicción con nuestras prácticas porque entonces nos desacredita públicamente y generamos desconfianza.
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